domingo, 10 de noviembre de 2013

Religión y Universidad

Fui criado como católico. Fui educado con la idea de que existe un ser superior que cuida de nosotros, siempre y cuando cumplamos ciertas reglas. También se me inculcó la idea de que la humanidad fue creada por el mismo ser superior y que todo lo que ocurre es por su voluntad y es difícil ir contra esa voluntad. Aunque siempre tuve mis dudas, ingresé a la universidad con esta creencia.

La importancia de la filosofía
En el primer semestre llevamos filosofía en forma de Teoría General de Sistemas. Las lecturas de Francisco Varela, Humberto Maturana, Fernando Savater, Schopenhauer, Nietzsche, Sartre; estar expuesto por primera vez a conceptos como autopoiésis, existencialismo, taoísmo, budismo, haikus, hipótesis Gaia, higiene mental; una gran cantidad de artículos críticos respecto a la religión, política y sociedad; y largas discusiones con nuestro profesor sobre estos temas fue como una purga necesaria, después de haber pasado 19 años inmerso en una cultura donde la única ventaja que se me ofrecía era la comodidad de resolver todas las inquietudes con una sola respuesta.


Incómodo con la incomodidad que me ofrecían las clases de filosofía, me ví forzado a levantar la voz y patalear por las apabullantes críticas a mi cultura y mi religión hechas por los autores y sus artículos. No sólo fuí yo, de los 40 compañeros de clase, al menos 10 discutíamos acaloradamente, clase a clase estas ideas disruptivas.
A final de semestre creo que todos ganamos. La filosofía cumplió su objetivo de abrirme un hoyo en la cabeza por donde hoy se ventila mi pensamiento y sobre todo me permitió desarrollar la capacidad de asimilar otras formas de pensar y aplicar esos criterios en la vida diaria.

La importancia de la ciencia
Conforme me fuí involucrando en la carrera fui asimilando los fenómenos físicos y la aplicación del conocimiento humano acerca de ellos para generar energía, diseñar herramientas, construir máquinas, etc. Todos esos conocimientos de física, matemáticas, electrostática, electrodinámica, magnetismo, electricidad, saber cómo funciona el universo desde las partículas subatómicas hasta el espectro electrómagnético, la inercia o el movimiento de los planetas, todo aquello me hizo apreciar la ciencia. Aprecio la ciencia porque nos permite obtener conocimiento de la naturaleza y usarlo para sobrevivir.

De la ciencia aprendí que puedes tener las hipótesis que quieras pero no puedes afirmar que una hipótesis es cierta o falsa si no lo demuestras mediante la experimentación. Quitarle la etiqueta de "teoría" a algo que no ha sido demostrado es tanto como mentir.


La importancia de la ingeniería
Cuando el conocimiento se aplica surge la ingeniería. Ahora veía un mundo en el cual las cosas podían ser calculadas con antelación. Diseñadas, programadas e implementadas con un fín en específico y para que funcionaran de determinada forma. En el mundo de la ingeniería, los desarrolladores tenemos el control sobre los proyectos y somos los responsables de su éxito o su fracaso.

La ingeniería me permitió aplicar el conocimiento, asumir la responsabilidad, ser muy cuidadoso con lo que conectaba o desconectaba, considerar todas las posibilidades y no omitir nada. Y esa forma de hacer las cosas permeó en otros aspectos de mi vida.


¿Qué pasó con la religión?
Mi primera reacción al ser confrontado en mis creencias fue luchar en contra de ello, resistirme y vaya que lo hice. Luché. Luché hasta que me quedé sin argumentos, hasta que contemplé la posibilidad de que mis creencias podían estar mal
Al indagar en mis propias creencias no pude sustentarlas. Entonces me sentí engañado. ¡Me mintieron, me hicieron creer en cuentos chinos! - pensaba.
Siguió la frustración y luego la ira contra los creyentes. Comencé a criticar las creencias que antes fueron mías. Me volví enemigo de la religión, pero en el fondo guardaba la esperanza de que alguien me diera la respuesta que quería escuchar (todavía guardo esa esperanza).
Después de la tormenta llegó la calma. Con el tiempo me volví más tolerante con los creyentes, entre otras cosas porque tengo que socializar y estos temas existenciales me estaban ocasionando muchos problemas con las personas.

Después de tanto tiempo, encontré conclusiones que me han dado cierto grado de certidumbre sobre la religión, principalmente desde el punto de vista del agnosticismo
Yo no puedo negar que Dios existe, porque no puedo demostrar su inexistencia. Pero tampoco puedo afirmar que existe, porque tampoco puedo desmostrar su existencia.

Hoy por hoy pienso que Dios tiene pocas probabilidades de existir. Y aunque mientras no se demuestre lo contrario, debe considerarsele una posibilidad, es una posibilidad cuyo nulo conocimiento acerca de ella la hace inusable. No tenemos ni siquiera una ecuación, una variable o algo que nos ayude a meterlo a las matemáticas, una ley, un fenómeno natural, algo.
Pienso que son los creyentes los que deberían indagar más en el conocimiento sobre Dios porque son quienes están más cerca del concepto. Aunque el riesgo inminente al que se enfrentarán es a la decepción, lo escribe alguien quien ya pasó por ello. Mientras no se aporten datos, evidencias, conocimiento, Dios no irá más allá del ámbito de las ciencias sociales.



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